Ante el cambio estructural tan profundo que estamos viviendo y que ha sido desencadenado por las nuevas tecnologías, por la globalización y por muchos otros factores, hay personas que creen que no se pueden adaptar. Todos sabemos que vamos a tener que aprender cosas nuevas y que hemos de entrenar capacidades que ahora tal vez no tengamos.
Quiero contar una experiencia médica, con la única intención de mostrar que sí se puede cambiar, aunque para ello, para lograr cambiar, hay que tener una visión inspiradora, una extraordinaria determinación y una gran paciencia.
El doctor Jeffrey Schwartz es un psiquiatra norteamericano que trabaja en la universidad de California en Los Ángeles. Se le considera como uno de los máximos investigadores en los estudios de plasticidad cerebral en el trastorno obsesivo-compulsivo, también conocido como OCD. Las personas que padecen este trastorno en sus formas más severas tienen grandes dificultades para tener una vida social normal. En la película Mejor imposible protagonizada por el genial actor Jack Nicholson se aprecia hasta qué punto este tipo de dolencia puede llevar a una vida de soledad y aislamiento.
Metabolismo anormal
Muchas de las personas que padecen OCD sienten la urgencia de lavarse las manos en cuanto tocan algo que a su juicio está contaminado. Esto puede hacer que se laven las manos tal número de veces que acaban produciéndose daños importantes en su piel. En el caso del OCD, el estímulo desencadenante es cualquier cosa que al tocarla se perciba como contaminada. Precisamente en el OCD se ha demostrado una alteración a nivel de un circuito neuronal que se conoce como el circuito de las neuronas estrelladas. Utilizando en pacientes diagnosticados de OCD una técnica de neuroimagen conocida como tomografía de emisión de positrones, se observó que el metabolismo de dicho circuito en estos enfermos era anormal.
Jeffrey Schwartz estaba convencido de que tenía que existir algún tipo de terapia, además de la medicación, para ayudar a las personas que padecían esta dolencia. Él tenía que ser capaz de encontrar una nueva forma de cambiar un hábito patológico que estaba asentado en un circuito neuronal también patológico. Si él consiguiera ayudarlos a cambiar su rutina de lavarse tantas veces las manos, estas personas podrían llevar una vida mucho más satisfactoria.
Para llevar a cabo esta investigación pionera, buscó a un grupo de voluntarios con OCD moderada o severa, todos los cuales estaban en tratamiento farmacológico. El Dr. Schwartz les ayudó a que vieran su enfermedad desde una perspectiva diferente.Estos enfermos tenían que aprender a verse como seres completos y extraordinarios. Lo que a ellos sencillamente les pasaba era que tenían un circuito cerebral que era defectuoso. El Dr. Schwartz también les explicó que su problema no era la falta de voluntad y que por tanto, no tenían que ser duros con ellos mismos cada vez que se lavaban las manos. Ellos tenían algo físico en su cerebro que no funcionaba bien y que con esfuerzo y persistencia podían llegar a cambiar.
Entrenamiento mental
Durante seis meses, que es el tiempo que duró aquel estudio, a estos enfermos con OCD se les suspendió la medicación y sólo se les dio apoyo psicológico. El apoyo fue necesario para que ellos pudieran superar sus momentos más duros, esos momentos en los que sentían una verdadera urgencia de lavarse las manos. Cada vez que los enfermos sentían esta necesidad de ir al lavabo, se les proponía que se parasen por unos instantes y se repitieran: “Yo soy un ser humano completo que tiene tan sólo un circuito cerebral defectuoso y elijo no lavarme las manos”. Durante las primeras semanas, esta frase sólo reflejaba una aspiración que apenas tenía capacidad para evitar que corrieran a lavarse las manos. A medida que iba pasando el tiempo, cada vez iban ganando más control sobre su conducta y pasaba más tiempo hasta que se lavaban las manos.
A los seis meses, cuando terminó el estudio, se observó que estos enfermos con OCD, estaban clínicamente mucho mejor que aquellos otros enfermos con OCD de igual severidad y que habían seguido el tratamiento farmacológico habitual. Era algo sorprendente que enfermos con OCD y sin medicación y sólo siguiendo un entrenamiento mental hubieran sido capaces de experimentar una mejora en su sintomatología de tal calibre. Sin embargo, lo más extraordinario fue lo que se observó cuando se les hizo de nuevo una tomografía de emisión de positrones. Los enfermos que habían seguido la medicación y que no habían realizado ningún tipo de entrenamiento mental seguían mostrando un metabolismo patológico a nivel del circuito de neuronas estrelladas en su núcleo caudado. Sin embargo, los estudios de tomografía de emisión de positrones en los enfermos con OCD que habían seguido el entrenamiento mental, mostraban algo muy distinto a lo que habían mostrado seis meses atrás. En ellos, el metabolismo de aquellas neuronas se había vuelto normal. De alguna manera, su entrenamiento mental había tenido un impacto sorprendente a nivel físico, a nivel de su tejido cerebral.
Por eso, si usted quiere de verdad cambiar para adaptarse a las nuevas exigencias del mundo y si tiene claro lo que quiere cambiar y por qué quiere cambiarlo, tenga la plena certeza de que puede hacerlo. La mente está por encima de la materia.
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