Se habla mucho que las empresas deben motivar a la gente de continuo y esa motivación debe realizarse en base a premiar, especialmente con incentivos económicos, su rendimiento. No concuerdo con esta premisa de la creación de motivación a través de factores externos. Creo fundamentalmente en la automotivación, es decir, en la capacidad de la propia persona de motivarse encontrando el sentido de lo que hace en relación con su propia esencia como ser humano. Lo que tienen las empresas es la responsabilidad de crear y mantener un buen ambiente de trabajo que posibilite la automotivación. Y eso se conseguirá, en principio, creando espacios de confianza. De lo que se tiene que ocupar y preocupar la empresa es de no desmotivar. Con eso ‘me daría con un canto en los dientes’.
No encuentro nada fácil como alguien puede sentirse automotivado en una gran organización en la que falta la confianza, pues esa falta crea un clima que obliga a cada trabajador a poner ciertos controles sobre su pequeño entorno y a mantenerse en estado de alerta, lo cual perjudicará sin duda a su eficiencia. Si atravesamos una calle oscura en medio de la noche en una ciudad violenta y vamos solos, es natural (lógico y deseable) que vayamos tensos y muy atentos a lo que pueda acontecer. En esos momentos otros pensares que nos distraigan de la obligada alerta pueden entrañar peligros para nuestra seguridad. Nos sentimos vulnerables y no tenemos la menor motivación para relajarnos y disfrutar de la brisa de la noche o de la belleza del paisaje (del cual se ve poco por cierto). En nuestro contexto, en el mundo de la empresa, esto es lo que sucede cuando falta la confianza. La persona actúa con todos sus sentidos y sistemas fisiológicos puestos en estado de alerta, observa los movimientos de los otros, se preocupa cuando descubre que el jefe ha felicitado al otro y a él o ella no, intenta estar en todos ‘los corrillos’ por si se está perdiendo algo, su atención se centra más en los demás que en él mismo y su propio trabajo. Así es muy difícil lograr la eficiencia y sentir placer por el trabajo.
Además del evidente impacto sobre la automotivación de la persona, la falta de confianza hace que ésta reduzca voluntariamente las conversaciones con sus compañeros y jefes y al final llega a la conclusión de que no debe confiar en los demás, comienza a acumular pensamientos y sentimientos respecto a ellos, creando sus propias realidades en su cabeza, hasta el punto de reducir sus posibilidades de relacionarse con los demás. Hay muchas personas en el mundo laboral que comienzan a comunicarse cuando salen de ese ambiente. Y si no hay comunicación, no hay relación, y si no hay relación, no hay colaboración, y después estamos siempre hablando de trabajo en equipo. ¿Puede existir el trabajo en equipo si no existe confianza?
Por otra parte es importante seguir desarrollando nuestro cerebro y lo hacemos a través del lenguaje, a través de conversaciones. Si dejamos de ‘mover las neuronas’, de provocar sinapsis en la interrelación de las mismas, corremos el riesgo de hacer cada vez más pequeña nuestra realidad, de reducirnos intelectualmente, de perder autoconfianza y de encontrar difícil sentirnos automotivados. La falta de confianza, en definitiva, crea una espiral que bloquea el potencial humano.
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