La Mayor parte de nuestra vida se rige por nuestra
Mente Inconsciente
Las Rutinas
Las costumbres.
Lo que nos han acostumbrado y nos hemos
acostumbrado a hacer
Por eso es tan importante dotarnos de las mejores
costumbres. De los mejores hábitos y de los mejores instintos.
Como nuestro inconsciente nos arrastra por la
vida.
Hay que dotarnos del mejor inconsciente. Y
ejercitarlo para que nos arrastre por el mejor camino posible.
Actuamos arrastradas y arrastrados por nuestra
mene inconsciente que son las rutinas y las costumbres y somos incapaces de
mejorar y hacer lo que de verdad nos conviene.
La Ira , la vanidad ,la pereza y el orgullo nos arrastran
y por tanto no somos capaces de hacer lo conveniente.
En la
consulta del psicólogo profundo es habitual encontrar personas que no
comprendan su modo de actuar. No entienden por
qué, si ellos quieren comportarse de una cierta manera ante una situación,
reaccionan de forma totalmente diferente. Si, por ejemplo, desean ser amables
dulces agradables comprensivos, tolerantes y eficaces en la resolución de un
conflicto con su pareja, actúan sin embargo con intransigencia e incluso con
vehemencia. Este fenómeno, por lo general, se experimenta como una falta de
control sobre las propias acciones. Comentarios del tipo “hago daño a la gente
que quiero y no lo puedo evitar”, “me gustaría que no me importase lo que
piensen de mí, pero no puedo”, “quiero ser distinto” o “así es como soy”, son
bastante frecuentes.
¿Por
qué a veces no actuamos como queremos? ¿Qué fuerza invisible y misteriosa nos
arrastra inevitablemente a comportarnos al revés de como nos gustaría? La
respuesta está en el inconsciente.
Los
complejos son
pautas de conducta automáticas inconscientes. Estas pautas se activan frente a
un estímulo. Por ejemplo, supongamos que cada vez que alguien se enfada
conmigo, yo me bloqueo y soy incapaz de decir nada. Es una pauta que no puedo
controlar, salta automáticamente y transcurre por sí sola. A mí me encantaría
reaccionar de otra manera, ya que no me hace sentir nada bien el callarme, pero
hay algo en mi interior que me lo impide. Lo que “me sale” naturalmente es
bloquearme. Algunas personas describen estos complejos como grilletes que no
les dejan avanzar o como piedras pesadas que llevan en una mochila, que les
impiden ser como son en realidad y les complican la vida.
Popularmente
se habla de alguien acomplejado como una persona que no se valora y que es
complicada. Pero lo que normalmente se desconoce es que también existen los
complejos positivos. Pensemos por ejemplo en conducir un coche, hablar un
idioma o reaccionar positivamente frente a un conflicto. Son pautas
inconscientes que transcurren por sí solas, no es necesario pensar en ellas
cada vez que las hacemos, y nos hacen la vida más fácil. Los complejos
positivos son fundamentales para nuestra vida. Si no se grabasen esas pautas en
el inconsciente, cada día tendríamos que volver a aprender a hablar, a
conducir, etc…Los complejos positivos proporcionan solidez, firmeza y
estructura al ser humano. Normalmente se dice de una persona que tiene
complejos positivos, que tiene buenos hábitos o buenas costumbres.
Los complejos se
crean a través de la repetición y el hábito. Se repite tantas veces la misma
pauta, que al final funciona sola y podemos confiar en que la podemos hacer
hasta con los ojos cerrados. Normalmente, los complejos se empiezan a crear en
la infancia. Por eso es tan importante la educación en la formación de la
personalidad del ser humano, y por eso también es habitual que en el proceso
psicoterapéutico haya que regresar a la infancia para corregir estas pautas.
Allí fue donde comenzaron y a partir de ahí se fueron fortaleciendo a lo largo
de los años a través de la repetición.
Existen cuatro tipos de complejos principales que
explicaré brevemente: el complejo de madre, el complejo de padre, el complejo de
inferioridad y el complejo de culpa.
El
complejo de madre tiene
relación con cómo satisface una persona sus propias necesidades o las de los
demás. Las personas con un complejo negativo de madre esperan de los demás que
les solucionen sus problemas. Piensan que la pareja, el amigo o el Estado son
los que tienen que sacarles las castañas del fuego. Otro aspecto del complejo
negativo de madre se ve en las personas que “hacen de más” por los otros. No
pueden evitar solucionar los problemas de otros. Se cargan de más y finalmente
se dejan de ocupar de sí mismos. Esto es especialmente dañino en el ámbito de
la educación. Si hacemos por el niño lo que puede hacer por él mismo, impedimos
que se haga independiente y generamos en él un complejo negativo de madre, es
decir, le enseñamos el hábito de que los demás le hagan las cosas.
El
complejo de padre tiene
relación con cómo nos desenvolvemos frente a la opinión dominante. Un complejo
negativo de padre se muestra por ejemplo en alguien que piense constantemente:
¿qué pensará la gente si hago esto o lo otro? La actuación está limitada por lo
que piense la autoridad dominante, la persona necesita estar de acuerdo con lo
que piense el padre, el jefe, el cura o simplemente la mayoría. En casos
extremos, incluso puede llegar a carecer de una opinión propia. Otro aspecto
del complejo negativo de padre consiste en que la persona trata de imponer sus
opiniones a los demás, y no acepta que haya opiniones diferentes a la suya.
El
complejo de inferioridad tiene
relación con cómo nos valoramos a nosotros mismos y a los demás. Frente a una
tarea o un proyecto, una persona automáticamente piensa: “no soy capaz”, “los
demás sí pueden pero yo no” o “nunca lo conseguiré”. También se puede mostrar
en que alguien no valore objetivamente sus capacidades y afronte tareas que le
superen, o en no ser capaz de valorar las capacidades de los demás.
El
complejo de culpa tiene
relación con cómo afronta uno sus errores. Una persona con complejo negativo de
culpa se siente culpable por todo lo que hace, o bien no es capaz de reconocer
que ha cometido un error y subsanarlo. Por ejemplo, frente a una crítica
constructiva y correcta, se pone a la defensiva y justifica el error en vez de
repararlo. Existen culpas reales que hay que enmendar, y culpas falsas que
pueden mantener a un ser humano aprisionado.
Todos estos complejos que he
descrito son estructuras firmes que se alojan en el inconsciente. Esto
significa que funcionan inconscientemente, es
decir, por un lado son autónomas y por otro no solemos ser conscientes de que
actuamos así. Uno de los trabajos fundamentales y básicos del análisis de la
psicología profunda es la elaboración de los complejos. Esto significa, en
primer lugar, detectar los complejos negativos para posteriormente
transformarlos en positivos. La psicología profunda conoce el inconsciente y
sus leyes. A través de esos conocimientos, podemos deshacer las pautas
automáticas que nos dificultan la vida y dotar a la persona de una estructura
firme que vaya a favor de su esencia y su desarrollo.
Todo el
mundo necesita tener esta estructura interior que funcione bien y en la que
pueda confiar. La construcción de esta estructura es una tarea fundamental para
la felicidad y el desarrollo del ser humano. Grandes psicólogos profundos como Carl Gustav Jung o Walter Odermatt afirman
que es una tarea esencial que en la que debe trabajarse especialmente en la
tercera fase de la vida, es decir entre los 24 y los 36 años aproximadamente.
El fracaso en esta tarea, es una de las causas fundamentales de la llamada crisis de la mediana edad o crisis de los cuarenta. Lo que guía la
vida de estas personas son sus complejos negativos, y esto provoca una gran
desorientación. Les gustaría ir en una dirección, pero sus complejos negativos
les dirigen por el camino contrario. Es como luchar contra una fuerte marea que
proviene de nuestro interior y que boicotea nuestra cotidianeidad.
Para
tener una personalidad estructurada es imprescindible que en el inconsciente
tengamos complejos positivos. Es necesario que nuestras reacciones automáticas
nos ayuden a satisfacer nuestras necesidades auténticas, a expresar y defender
nuestras opiniones con respeto, a valorar objetivamente nuestras capacidades y
las de los demás, y a vivir una relación sana con nuestros errores y con los de
los demás. Los cuatro complejos principales son los cuatro pilares sobre los
que se sostiene ese gran edificio que es nuestra personalidad.